Ya renunció, ya se fue, ya debe estar rumiando en la soledad del desprestigio la dimensión de su actuar. Debe estar analizando los acontecimientos de los últimos días, muerto de rabia contra Roy Barreras y justificando sus acciones. Es difícil encontrarse con uno mismo porque los errores son descalificaciones muy fuertes que golpean al ego. Personalidades prepotentes (como la de Botero) no aceptan fácil las equivocaciones. Que fueron tantas de cara a la opinión pública. No logró sintonizar porque mas de una de sus respuestas sonaba a menosprecio de sus interlocutores. Desde “el robo de la ropa colgada”, el descache en la ONU, la muerte de Dimar Torres, el caso Trompeta, lo de los indígenas… los hechos sucedían pero las explicaciones eran de una elementalidad tan abrumadora que o él era incapaz o los incapaces éramos los colombianos por no “copiar” su inteligencia.
Pero repito, ya se fue. Sin embargo el daño es inmedible. Es de proporciones de tsunami. Le va a costar muchísimo tiempo y esfuerzo al Presidente Duque recuperarse de este embate. Si es que puede… porque la alternativa es sintonizar con el sentir de muchísimos colombianos, escuchar su molestia, hacer sus correctivos o, mano dura, sometimiento, muy al estilo de la época de Uribe, donde el caudillo o el patriarca no da opciones de diálogo, porque todo lo que es diferente a su sentir, es amenazante.
Pero el mundo es otro. Se cambió, está cambiando y lo seguirá haciendo. Lo pueden llamar movimientos de izquierda, de derecha, progresistas, pero no es sólo en Latinoamérica, ni son Cuba o Maduro. No. Es un movimiento universal de desconfianza con los políticos, de indignación con el poder, de rabia contenida por las desigualdades, las diferencias de oportunidades. Por el manejo de políticas frente al planeta, por el abuso del poder económico, por las mentiras que han vendido… Sí, hay indignación. En muchas partes de la tierra. Y para completar aquí, Duque, homenajea a Botero como si nada hubiera pasado. Creo que es una actitud desafiante, retadora con el país. ¿No escucha el malestar? ¿Es un invento de la izquierda?
En cualquier profesión o actividad se necesita empatía, que en definitiva representa “ponerse en los zapatos del otro”. No significa estar de acuerdo pero si, sintonizar con su necesidad. El Estado no es una madre nutriente pero tiene la obligación de escuchar a sus interlocutores. Hay descontento, la sensación de que los gobiernos no cumplen las expectativas. O prometen “mentiras” y claro no las cumplen, o los pueblos incautos, sin conciencia, se dejan descrestar para luego caer en la desesperanza. Lo mas grave de “el efecto Botero”, lo que queda en el fondo y envenena el ambiente, es la desconfianza. El haberle mentido al país, el no saber cuándo se está diciendo la verdad, cuándo es un acomodo, cuándo se esconden los verdaderos hechos. Perder la confianza es como perder la inocencia: son ¡irrecuperables! Y este es el nefasto “efecto Botero” ¿en quién creer? Los “grandes” en poder no reconocen sus errores, les es tan difícil dar una explicación real, acorde con lo sucedido. La desconfianza es el meollo y la consecuencia. No es abrazando niños, ni con poses de bravucón como se repara el daño. Se necesita personalidad, decisión y experiencia. ¿Hay materia prima?
Gloria H. @GloriaHRevolturas